jueves, 26 de julio de 2012

El equilibrio

La buena noticia es que saliste por fin del estancamiento, que ya no sabes lo que va a pasar el jueves ni mucho menos sabes cuánto va quedando cada día del frasco del café del desayuno, la conjetura de circuntancias, la concatenación de calles y nombres, tumultos y cronogramas que te confinan a una prisión domiciliaria de 20 mil hectáreas. -una prisión con parques, filas, omnibuses rojos y una bruma interminable de smog denso y plomizo-. Saliste del vagón del tedio, te escurriste como una oruga que con ese movimiento hipnótico y cadencioso que inspiró al efecto dominó, desliza cada una de sus paticas -de dos en dos-, para pasar de una a otra hoja en la ramita alta del naranjo, justo antes de que esta se desprendiera y cayera de roída. ¡Salute! ¡Ahora todo es ímpetu! un cauce delirante que furioso se abre paso sin contemplar el terreno. Todo se rehabilita: las flores, las hojas apolilladas de los libros, las nubes acolchadas y perfumadas. Vislumbras otra vez las calles repletas de sombrillas amarillas y moradas y bicicletas por todas partes -lost in the garden of eden, no one is gonna believe it- la exaltación perfecta de la motivación, como la vez que abriste los ojos en la playa, ¿te acuerdas...? a cielo abierto y con una brisa cosquilleante que te despertó al chocar contra tu mejilla. Y estabas tan insólita, abrumada de gozo, tan arriba, tan deslumbrante... La mala noticia, como ya lo habrías sospechado es que la ciclovía y los libros se cierran algún día, el sol deja de acariciar tu piel para empezar a enrojecerla y a desgastarla porque el equilibrio de a poco se encarga de devolverlo todo a sus correctas proporciones, ineludible y definitivo. Y entonces la oruga necesitará una nueva hoja, un nuevo árbol, o abrir las alas de una vez por todas.

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