miércoles, 11 de junio de 2014

Reflexiones químicas

Hay un punto donde la atracción, la fascinación y el apego se condensan, como en una reacción química. Una atracción que va más allá del gusto que le da a mis ojos cuando la ven, una fascinación que va más allá de las veces que me ha sorprendido con las cosas que dice, con cada gesto que se dibuja en su cara, con cada risa de legítima alegría, y un apego que supera las ganas de verla que siento todos los días. Por eso entre los dos hay química, por un compuesto resultante que fluye por las venas, que respiro en su presencia y que tiene bases sólidas que los dos construimos cada día. ¿Puede decirme por favor cómo se llama?

jueves, 15 de mayo de 2014

Reflexiones Médicas

Acá todos sabemos que la doctora es usted, sin embargo desde la insolencia otorgada por la locura de mi ser enamorado, me atrevo a recetarle la siguiente fórmula:


- Sonría en ayunas, cada día, con una sonrisa moderada pero auténtica y suficiente.   Incremente progresivamente la dosis con el transcurso del día, hasta que en la noche, justo antes de dormir, su última sonrisa inunde todos los rincones de la casa y la alegría desborde por las ventanas,  salpicando los pisos inferiores del edificio. No exceder de 200 sonrisas al día.


- Ame la vida, e inyecte tantos miligramos de amor como sea capaz de aportar a la cotidianidad. Ame a los suyos, ame lo que hace y ámese a usted misma. Aliméntese sanamente con amor.


- Abra una ventana, y asómese al horizonte. Bébase el día, las gotas de sol y de cielo que le resbalan por la cara. Inhale el aire y permita que cada bocanada de oxígeno purifique todo en su interior. Tome por lo menos dos frascos de cielo y de sol todos los días.


- Llore, cuando sienta la necesidad. Preferiblemente si llorar es lo único que queda, si siente que con las lágrimas se puede enjugar la tristeza del alma. Llore después de comer, de ser necesario llámeme, yo acudiré hasta usted y le prestaré mis ojos para que con ellos llore. Repita la dosis cuantas veces crea necesario, pero siempre asegurándose de que el llanto haya rendido sus frutos.


- Aplique regularmente en sus oídos innumerables gotas de música. Complemente la música con danza. Baile desaforadamente, entréguese a la música en movimientos libertarios, como si cada gota de sudor que mane producto de su baile, fuese de un precioso elixir que cura todo tipo de males.

- Sueñe, y haga de sus sueños el motor de sus días. Repita el tratamiento hasta que los sueños sean realidad.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Carta abierta a la ciudadanía de Popayán

Queridos paisanos:
La semana pasada estuve de vuelta en nuestra ciudad, disfrutando una esperadísima estancia que muy a mi pesar fue únicamente de once días. Todos sabemos lo que uno espera cuando está próximo a pasar unos días en la ciudad blanca: Tranquilidad, un clima húmedo pero acogedor, un sol que acaricia la piel en lugar de quemarla, aguaceros torrenciales que parecieran la antesala del diluvio universal, delicias gastronómicas que el resto de Colombia ignora. De verdad no sé cuántos de ustedes se imaginan cuán preciadas llegan a ser unas empanaditas de pipián, un domingo en la tarde cuando se vive lejos del Cauca, un paquete de carantantas para acompañar una cerveza, unos aplanchaditos que sin importar lo desmigajados que puedan estar, siempre son recibidos como un exclusivo manjar. No, no creo que muchos se lo lleguen a imaginar. Es cierto que el sabor de la tierra llama, es cierto que el aire que se respira en el terruño natal es único, es cierto todo eso que muchos han dicho a lo largo de la historia acerca de sus respectivos lugares de origen, pero el motivo de esta carta no tiene orígenes gastronómicos, ni de enternecida añoranza, pues es ante todo una declaración de indignación por la triste actualidad payanesa. Espero que a muchos de ustedes les esté doliendo la ciudad como a mí, que les hiera el abandono infame al que está sometida, la creciente serie de vejámenes que se viven día tras día en la ciudad y que parecen aseverarse continuamente, y todos los sabemos: Popayán es la ciudad con mayor índice de desempleo en el país, la gasolina en Popayán es la más cara del país, la inseguridad en las calles de Popayán crece con voraz descaro, los tiquetes aéreos desde y hacia Popayán son los más caros del país -incluso más que los de San Andrés, en ocasiones es más barato volar desde Bogotá a Miami que a Popayán-, la ciudad continúa siendo golpeada por el desplazamiento forzado, tanto el gobierno payanés como el caucano figuran siempre entre los más ineficientes y corruptos del país, -¡vaya récord por batir!, los más corruptos en medio de un país azotado por la corrupción-, las obras del maestro Martínez han sido robadas recientemente de su casa-museo, las calles de Popayán son una compacta y enorme pista de motocross -el 90% de las vías están destrozadas-, nuestros indígenas llevan más de 50 años en medio del conflicto armado y mueren mientras luchan porque no pueden cultivar sus tierras, las carreteras interdepartamentales, salvo la vía a Cali, están en un vergonzoso estado, la vía Popayán - Neiva nunca ha sido pavimentada,  la ciudad es centro de operaciones de grupos armados ilegales y de bandas criminales, vivimos en un departamento con costa pacífica que no tiene vía al mar. Todas estas, además de varias cosas que omito para no extenderme, se sufren a diario en una de las ciudades con más riqueza histórica del país, con una geografía envidiable y que se ubica en medio de unos paisajes naturales que muy pocos sabemos apreciar. Sé que muchas de las aquí mencionadas son miserias con las que históricamente hemos convivido, pero también estoy completamente seguro, paisanos, que estamos peor que nunca. Hace unos años pensé que habíamos tocado fondo y que pronto vendría una recuperación, y es que, la esperanza muchas veces es amiga de la ingenuidad. ¿De dónde se podría esperar una recuperación? No podemos cambiar si no hay voluntad de cambio, no se puede esperar que la intervención salvadora venga de los dirigentes, porque se han cansado de demostrarnos durante décadas las mismas 4 familias que dominan la región desde la alcaldía y el congreso, que no les interesamos como población. No quiero entrar en detalles que nos recuerden lo buenos para nada que son nuestros dirigentes, es algo que vivimos y sufrimos todos los días, no es necesario que alguien nos lo venga a recordar. La intención principal de este escrito no era en realidad dar cuentas de todos los flagelos que nos aquejan, como se pudiera pensar, pero era necesario un preámbulo que intentara suscitar la indignación que debería tener la población de una ciudad tan hermosa y con tanto potencial como la nuestra. El solo hecho de caminar las calles del centro y ver que los lugares de siempre siguen ahí, intactos, regocija el alma y devuelve un poco la fe: Nuestra ciudad es una flor que no se marchita, que resiste ventiscas y pisotones, en Popayán los atardeceres siguen robando el aliento, las calles siguen inspirando delicadas páginas de poesía y las más hermosas melodías de nuestros músicos, la Universidad del Cauca continúa formando profesionales competitivos a nivel global, nuestros páramos siguen siendo el manantial que hidrata, mueve y apaga la sed de Colombia entera. Popayán no se rinde, no se puede rendir, no se puede permitir, no se puede ser indiferente al abandono, al saqueo, a la burla de los dirigentes, a la cruel influencia de los actores de un conflicto que ya no puede ni debe seguir. Esto entonces, estimados paisanos, no es una diatriba contra nuestra ciudad ni sus habitantes, no es un pretencioso escrito con fines políticos, es un llamado a querer a nuestra ciudad, a no resignar nuestra capacidad de indignación, a recordar algo que se llama voluntad del pueblo y a despertar y reconocernos como pueblo, hay una identidad que nos debe mover. Nos tienen abandonados, es verdad, pero nadie nos va a reconocer si seguimos con el mismo silencio, los mismos dirigentes y el mismo conformismo.


Cuando mis once días en Popayán terminaron e iba rumbo al aeropuerto de Cali, vi una valla sobre la panamericana que dice, palabras más, palabras menos: “Popayán es tu ciudad, quiérela, cuídala, respétala”. Falta algo muy importante: “Hazla respetar”.


PD: En el centro del parqueadero principal del aeropuerto de Rionegro, mismo que le sirve de terminal aérea a Medellín, una de las más bellas obras del maestro Édgar Negret, El Sol, se pudre ante la mirada de antioqueños, colombianos, extranjeros, payaneses. A nadie parece importarle.


Cordialmente,

Un payanés indignado.

jueves, 25 de julio de 2013

Las lecturas que se oyen

Siempre de alguna manera insólita me golpean recuerdos de las cosas que leo. Hay muchas que imagino cotidianamente, otras tantas que recuerdo con minuciosa precisión, pero también hay otras que escapan a mi memoria y en algún rincón olvidado de mi cabeza se mantienen al acecho, solapadas en océanos de tiempo, en áticos de días incontables que súbitamente se reducen a la nada. Desde esa metafísica habitación del subconsciente esta mañana me ha golpeado justo en los tímpanos una de mis favoritas. En los tímpanos, porque algunas de las cosas que leo por fortuna también se pueden oír. El placer de escuchar la versión oral de fragmentos de mis piezas de literatura favoritas se puede comparar con muy pocas cosas en realidad. En la hamaca, en la ventana junto al balcón, en un vagón del metro, en las transiciones en la oficina, una tarde de domingo, -no lo he intentado en la ducha porque mi reproductor de música no es resistente al agua-, siempre es grato tomarse un tiempo para disfrutar la interpretación hablada de esos fragmentos geniales que alguien algún día escribió. La desconcertante sorpresa fue que no encontré, tras googlear un rato nada breve, una versión on-line, escrita, del texto que con tanto sosiego recordé esta mañana. Y por una consecuencia fácilmente imaginable, no quise más que transcribirlo desde mi reproductor de música y consignarlo aquí, para que cuando alguien más en algún lugar del mundo quiera leerlo, sepa que hoy, en medio de un rutinario día de trajinar en la oficina me asaltó la memoria, y caí tiernamente, y fui víctima de la GUERRA FLORIDA, del gran Julio Cortázar:

GUERRA FLORIDA

Usted es una ñatita peligrosa y yo le voy a hacer la guerra. Para empezar le tiro estos obuses y con una bazuca supersónica le anulo las defensas exteriores, mientras mis tanques ganan las zonas vulnerables y los aviones bombardean sus terrenos más críticos. 
Después usted se rinde, claro, aunque nunca se sabe y es por eso que mis reservas estratégicas entrarán en acción si es necesario hasta obligarla a levantar bandera blanca. Todo esto es triste pero vivimos en el siglo XX y usted sabe muy bien que no es posible dar tregua al enemigo. 

Ñatita: ¿Usted creyó todo esto? Le haré la guerra, esté segura, pero vaya mirando los obuses: ¿No ve que son manzanas de rionegro? Fíjese bien en la bazuca, tiene una camiseta de Estudiantes de La Plata primera división. Los tanques, ¿no los siente? tienen dedos para abrirse un camino despacito, y los aviones son abejas haciendo aterrizar en sus pestañas, en su nariz, y en su trompita que llora por llorar, porque se debe, porque no hay que rendirse sin llorar, protestando un poquito, para que nadie diga que fue fácil.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Muerte con patas (Dedicada a...)

DEATH ON TWO LEGS (Dedicated to...)
(Freddy Mercury)
-Mi propia traducción-

Me chupas la sangre como una sanguijuela        
Violas las reglas y andas predicando
Exprimiste mi cerebro hasta lastimarme
Te llevaste todo mi dinero
Y aún quieres más

Mula vieja y descarriada
Con tus reglas tendenciosas
Y tus compinches intransigentes
Que son unos idiotas de primera división

¡Muerte con patas!
Me estás destrozando
¡Muerte con patas!
Nunca tuviste corazón

¡Aguafiestas!, ¡Bandida!, ¡Embustera!, ¡Poca cosa!
No eres más que una revendedora
¿Conseguiste ya otro juguete para reemplazarme?
¿Podrías enfrentarme?
Pues ahora le puedes dar un beso de despedida...
¡A mi trasero!

¿Te sientes bien?
¿Te das por satisfecha?
¿No tienes ganas de suicidarte?
(Creo que deberías)
¿Estás bien con tu conciencia?
¿Acaso no te atormenta en las noches?
¿Te sientes bien?

Hablas como un magnate
Eres una presumida
Pero a nadie le importas un carajo
No eres más que una colegial venida a más
Déjame ponerte en cintura...

Perro con sarna
Eres la reina de la porquería
¡Menos charla y más acción!
Señora sabelotodo
¿La aleta en tu espalda era parte del trato? - ¡Tiburón!

¡Muerte con patas!
Me estás destrozando
¡Muerte con patas!
Nunca tuviste corazón
(Nunca hiciste las cosas)
Por tus propios medios
(Bien desde el comienzo)

¡Demente!
Deberías estar encerrada
Eres una rata de cañería
Pudriéndose en un pozo de soberbia
Deberían echarte de tu trabajo
Anularte e inutilizarte
Hazme sentir bien… ¡Me siento bien!

sábado, 11 de agosto de 2012

Ese menú en el restaurante

(Introspectiva)

Al parecer cada tanto en la historia de la humanidad aparecen unos seres que, por una insólita coyuntura de cinrcunstancias parecieran propender continua y frecuentemente hacia el desamor. Y se les da bien ese vivir en las profundidades de su malestar, lo hacen con plena naturalidad y se desenvuelven de maravilla en las artes melancólicas de la aciaga malquerencia. Estos individuos –sensibles por definición- son unos empedernidos adeptos a las penas del corazón, unos obstinados, auténticos paladines de las causas perdidas que se sienten cómodos en la nostalgia y en el anhelo de la persona amada. Vienen y van, algunos recorriendo las calles de la desesperanza, y orgullosos –mas no felices-  se pasean para que las personas puedan ver las sonrisas marchitas y la tristeza en sus ojos y las lágrimas contenidas, reservadas para las almohadas en las noches de máxima melancolía. Otro comportamiento muy característico de estos personajes es que buscan refugio en poemas, canciones y lugares que reclaman como propios porque ayudan superlativamente a recrudecer su pena,  traen a flote los más dulces recuerdos y  porque, seguramente, ninguna otra persona en el mundo ha logrado sentir a ese nivel esas palabras, ese paseo bajo la luna, ese menú en el restaurante o esas letras que por razones inverosímiles pareciera que alguien las escribió justa y únicamente para ellos. De ahí por qué resulta tan fácil identificarlos cada vez que caminan con profunda añoranza esas mismas calles, o cantan con mucho corazón y poca afinación esas canciones por demás ridículas, -claro, el amor en rigor debe serlo-, o cuando pronuncian el nombre del depositario de sus más nobles cobardes pensamientos. Y aunque no es mi intención demeritar en lo más mínimo la razón de ser, las motivaciones, desmotivaciones y desavenencias de estos incomprendidos seres, que tan necesarios y convenientes resultan a la sociedad, he de decir, y con mucha seguridad, que muy pocos de ellos han padecido o disfrutado del peor de los males del corazón, de aquel que nadie sabe ni quiere afrontar, pues mucho sabemos de cómo asumimos las tristezas, las pérdidas, las despedidas y los desengaños, pero muy poco sabemos de sobrellevar un desamor causado por una relación que nunca inició. ¿Cómo extrañar a esa persona que tanto nos hubiera gustado conocer?, ¿Cómo inventar un recuerdo romántico que resulte doloroso? ¿Cómo imaginar con certeza una feliz reconciliación? Dejarlo todo al imaginario no alcanza, no produce esa deliciosa tristeza a la que resulta tan fácil aferrarse, ¿cómo añorar unas palabras que nunca se dijeron y el dolor de una herida que nunca se causó? Es cruel y desolador, efímero y a la vez duradero, y a la vez tonto y patético y hermoso y extravagante y noble. Es así  como la confusión es total, es así como la fascinación que nunca empieza tampoco termina, es así como forzosamente el tiempo debe borrarlo todo –otra vez el tiempo- llevándose las arenas de la miseria, para dejarnos de nuevo expuestos al viento y al sol, y a la batalla perdida y a los menús en los restaurantes.

jueves, 26 de julio de 2012

El equilibrio

La buena noticia es que saliste por fin del estancamiento, que ya no sabes lo que va a pasar el jueves ni mucho menos sabes cuánto va quedando cada día del frasco del café del desayuno, la conjetura de circuntancias, la concatenación de calles y nombres, tumultos y cronogramas que te confinan a una prisión domiciliaria de 20 mil hectáreas. -una prisión con parques, filas, omnibuses rojos y una bruma interminable de smog denso y plomizo-. Saliste del vagón del tedio, te escurriste como una oruga que con ese movimiento hipnótico y cadencioso que inspiró al efecto dominó, desliza cada una de sus paticas -de dos en dos-, para pasar de una a otra hoja en la ramita alta del naranjo, justo antes de que esta se desprendiera y cayera de roída. ¡Salute! ¡Ahora todo es ímpetu! un cauce delirante que furioso se abre paso sin contemplar el terreno. Todo se rehabilita: las flores, las hojas apolilladas de los libros, las nubes acolchadas y perfumadas. Vislumbras otra vez las calles repletas de sombrillas amarillas y moradas y bicicletas por todas partes -lost in the garden of eden, no one is gonna believe it- la exaltación perfecta de la motivación, como la vez que abriste los ojos en la playa, ¿te acuerdas...? a cielo abierto y con una brisa cosquilleante que te despertó al chocar contra tu mejilla. Y estabas tan insólita, abrumada de gozo, tan arriba, tan deslumbrante... La mala noticia, como ya lo habrías sospechado es que la ciclovía y los libros se cierran algún día, el sol deja de acariciar tu piel para empezar a enrojecerla y a desgastarla porque el equilibrio de a poco se encarga de devolverlo todo a sus correctas proporciones, ineludible y definitivo. Y entonces la oruga necesitará una nueva hoja, un nuevo árbol, o abrir las alas de una vez por todas.