jueves, 15 de mayo de 2014

Reflexiones Médicas

Acá todos sabemos que la doctora es usted, sin embargo desde la insolencia otorgada por la locura de mi ser enamorado, me atrevo a recetarle la siguiente fórmula:


- Sonría en ayunas, cada día, con una sonrisa moderada pero auténtica y suficiente.   Incremente progresivamente la dosis con el transcurso del día, hasta que en la noche, justo antes de dormir, su última sonrisa inunde todos los rincones de la casa y la alegría desborde por las ventanas,  salpicando los pisos inferiores del edificio. No exceder de 200 sonrisas al día.


- Ame la vida, e inyecte tantos miligramos de amor como sea capaz de aportar a la cotidianidad. Ame a los suyos, ame lo que hace y ámese a usted misma. Aliméntese sanamente con amor.


- Abra una ventana, y asómese al horizonte. Bébase el día, las gotas de sol y de cielo que le resbalan por la cara. Inhale el aire y permita que cada bocanada de oxígeno purifique todo en su interior. Tome por lo menos dos frascos de cielo y de sol todos los días.


- Llore, cuando sienta la necesidad. Preferiblemente si llorar es lo único que queda, si siente que con las lágrimas se puede enjugar la tristeza del alma. Llore después de comer, de ser necesario llámeme, yo acudiré hasta usted y le prestaré mis ojos para que con ellos llore. Repita la dosis cuantas veces crea necesario, pero siempre asegurándose de que el llanto haya rendido sus frutos.


- Aplique regularmente en sus oídos innumerables gotas de música. Complemente la música con danza. Baile desaforadamente, entréguese a la música en movimientos libertarios, como si cada gota de sudor que mane producto de su baile, fuese de un precioso elixir que cura todo tipo de males.

- Sueñe, y haga de sus sueños el motor de sus días. Repita el tratamiento hasta que los sueños sean realidad.